Hay momentos en nuestra vida en que oramos con tanta deprecación que nuestra oración es oída en el cielo. En aquellos días antiguos hubo motivos tan grandes, los cuales hicieron que los sacerdotes y levitas de Israel elevaran su voz al cielo, ‘y la oración llegó a La habitación de su santidad, al cielo”. Así dice el segundo libro de las Crónicas, Cap. 30:27.
Nosotros, el pueblo del Señor, no tenemos por qué temer, porque el camino que nos conduce hasta el trono de su gracia es la oración, la oración de fe. La oración de fe es algo divino, en donde nos refugiamos nosotros, lo hijos de Dios.
Cuando nada funciona en nuestra vida, nos queda ese recurso la oración. La espada puede fallar, la pólvora puede mojarse, y la cuerda del arco puede aflojarse. Pero el arma de la oración ferviente nunca puede fallar. La oración es una puerta abierta que nadie puede cerrar. El enemigo puede cercarte por todos lados, pero jamás podrá bloquearte el camino de la oración.
No tenemos por qué preocupamos mientras haya un medio divino que nos una a Dios, mientras la escalera de Jacob, por donde descienden bendiciones a torrentes, esté conectada del cielo a la tierra, la oración nunca está fuera de la sazón. Tanto en verano como en invierno su efecto es maravilloso. La oración llega hasta el trono de la gracia de Dios,
en cualquier hora del día, en cualquier hora de la noche. El Dios Sublime y eterno, que guarda su pacto y la misericordia, contestará desde su santo trono, no importa la condición en que usted esté. Puede ser en la pobreza, en enfermedad, en obscuridad, en la calumnia, en la duda, o en cualquier situación. La oración nunca es vana.
Cuando Daniel oró presentando sus dudas al leer el libro de Jeremías, Según leemos en Daniel Cap. 9, inmediatamente Dios envió un ángel en respuesta a su ruego, que dijo: “Al principio de tus ruegos salió la palabra, y yo he venido para enseñártela … ”
Cuando Pedro estaba en la cárcel aguardando el momento en que Herodes diera la orden para que lo sacrificaran, la iglesia, reunida en una casa, oraba con fe y deprecación. Y Dios oyó de inmediato, y envió un ángel para librar a Pedro a fin de que no muriera. Hay muchos ejemplos en la palabra de Dios que nos muestran que la oración es un canal seguro para tener contacto con Dios al momento.
El Señor mismo nos dice: “Clama a mí, y te responderé … “. (Jeremías 33:3)
Elevando nuestra voz al cielo, y la oración llegará a la habitación de su santidad.