¿Por qué a la gente buena pasan cosas malas?

Debemos fortalecer la fe de la iglesia, entendiendo que mucha de las cosas que a nuestra percepción son malas, son necesarias que pasen para ser nosotros el instrumento y el medio por el cual se manifieste la obra y misericordia de Dios.

“Y pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento.  Y preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego? Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni sus padres: más para que las obras de Dios se manifiesten en él”. Juan 9:1-3

Probablemente es la pregunta más vieja en la historia del pensamiento humano sea ¿Porque a mí?  Seguramente la más perturbadora, infrecuente e insatisfactoriamente contestada: ¿Por qué? ¿Por qué cosas malas le pasan a gente buena?

Todos hacen la pregunta: desde los más eruditos y doctos hasta el más ignorante de nosotros y   nadie realmente la responde. La Biblia dedica los 41 capítulos del Libro de Job al asunto, ofreciendo varias explicaciones interesantes para luego refutarlas todas, concluyendo que el hombre no puede entender los caminos de Dios.

Muchas ocasiones nos preguntan ¿Por qué a la gente buena le ocurren cosas malas? ¿Por qué es tan injusto el mundo? Y al responder nos dicen que no salgamos con un “No podemos entender los caminos de Dios”. Pero ¿de verdad Están seguros de que quieren una explicación? ¿Realmente quieren saber por qué sufren los inocentes? Pienso que no. La mayoría prefiere la cuestionarte mas no la respuesta

Las personas están molestas con el hecho de que la gente sufre inmerecidamente.  Y todos los que tienen un gramo de sensibilidad moral cuestionan y se sienten ultrajados por las injusticias de nuestro mundo. Abraham, el hombre más justo, preguntó a Dios “¿El Juez de todo el mundo no actuará justamente?” Génesis 18:22-23 y Moisés preguntó “¿Por qué tratas mal a este pueblo?” Éxodo 5:22 Y aun hoy nosotros preguntamos “¿Por qué Dios, por qué?”

¿Pero qué pasa si encontramos la respuesta? ¿Qué pasa si alguien viene y nos da una explicación satisfactoria? ¿Qué misterio será resuelto al final? ¿Qué pasa si preguntamos por qué, y realmente obtenemos una respuesta?

Si esta importante pregunta fuera respondida, entonces podríamos hacer las paces con el sufrimiento de los inocentes. Y esto es impensable. Peor que el sufrimiento de los inocentes es que otros lo vean sin conmoverse. Y es exactamente eso lo que ocurriría si comprendiéramos por qué sufren los inocentes. Ya no nos molestarían sus lamentos, ya no sentiríamos su dolor, porque comprenderíamos lo qué les está ocurriendo.

Imaginemos que estamos en un hospital y escuchamos a una mujer gritando de dolor. Fuera de su cuarto se encuentra la familia de ella, charlando, todos sonriendo felices. Seguramente preguntaríamos “¿Qué pasa con ustedes? ¿No oyen cuánto está sufriendo?” y la respuesta de los familiares sería “Esta es la sala de partos. Está teniendo un bebé. Por supuesto que estamos felices”.

Cuando tiene una explicación, el dolor ya no parece tan malo. Podemos tolerar el sufrimiento cuando sabemos por qué ocurre.

Por lo tanto, si encontramos sentido al sufrimiento de la gente inocente, si podemos racionalizar la tragedia, entonces podemos vivir con ella. Podríamos oír el lamento de niños que sufren y no horrorizarnos. Podríamos tolerar el ver corazones quebrantados y vidas destruidas, pues podríamos explicarlo ingeniosamente. Nuestra pregunta sería contestada y podríamos seguir adelante.

Pero mientras el dolor de los inocentes sigue siendo algo candente, nos molesta su existencia. Y mientras no podemos explicar el dolor, debemos aliviarlo. Si el sufrimiento de la gente inocente no es adecuado para nuestra visión del mundo, debemos erradicarlo. En lugar de justificar su dolor, necesitamos liberarlos de él.

Y es ahí efectivamente que se responde la pregunta que le hicieron a Jesús sus seguidores, pues la única razón por la cual el hombre nació ciego, era que,  por  medio de Él se manifestara la misericordia de Dios, mostrándonos que al ver el dolor y no entender sus razones, debemos conmovernos del que sufre, para beneficio de la obra de Dios, la cual nosotros debemos y  tememos a obligación de manifestar y si entendiéramos la razón, y supiéramos que quizá solo sea una prueba pasaríamos de largo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *